No detener la crisis del Canal le costará a Rishi Sunak su trabajo

Encontrar una solución efectiva a la crisis migratoria de Europa ha eludido a los líderes del continente durante una década. Presidentes, primeros ministros y cancilleres han intentado, sin éxito, abordar el problema. Sobre todo, los gobiernos han tenido miedo de enfrentarse al poderoso lobby pro-migrante que ha controlado la narrativa desde que comenzó la crisis en 2011. ¿Está esto a punto de cambiar finalmente?

El primer ministro Rishi Sunak está decidido a cumplir su promesa de detener a los pequeños barcos que cruzan el Canal. Esta semana, la ministra del Interior, Suella Braverman, explicará cómo se hará esto. Según un nuevo proyecto de ley, cualquier persona que llegue al Reino Unido en un bote pequeño no podrá solicitar asilo, y el Ministro del Interior tendrá el deber de “detener y expulsar rápidamente” a quienes infrinjan la ley.

También se espera que Sunak discuta la inmigración ilegal con Emmanuel Macron cuando ambos se reúnan en París el viernes para una cumbre anglo-francesa. El presidente Macron también quiere facilitar la deportación de personas que llegan ilegalmente a Francia, un aspecto de su proyecto de ley de inmigración que se debatirá en el Senado a finales de este mes. Una indicación de que Francia puede haber comenzado a endurecer su posición sobre los inmigrantes se produjo el viernes cuando el Tribunal Administrativo de Apelaciones de París anuló una subvención de 100.000 euros (90.000 libras esterlinas) otorgada por la alcaldía de la ciudad a la ONG SOS Méditerranée. Ha habido una indignación predecible entre algunos en la izquierda francesa, con un medio de comunicación acusando el tribunal de ratificar la ‘política genocida -que comparte con otros gobiernos de la UE- del gobierno hacia los miles de ahogados en el Mediterráneo’.

Francia puede haber comenzado a endurecer su posición sobre los inmigrantes

Durante muchos años, SOS Méditerranée ha operado en el mar de su nombre, recogiendo inmigrantes a unas pocas millas de la costa de Libia y transportándolos a puertos italianos. Su financiación procede, en parte, de los ayuntamientos de ciudades o pueblos: París, Lyon, Grenoble, Burdeos, Estrasburgo, Brest y Nantes, por citar algunos. La cantidad varía, pero no la política de los ayuntamientos: todos son de izquierda.

En su sentencia, el tribunal de París dijo que, al otorgar la subvención, la alcaldesa socialista de la ciudad, Anne Hidalgo, había pretendido “inmiscuirse en asuntos relacionados con la política exterior de Francia y la competencia de las instituciones de la Unión Europea, así como como en los litigios de carácter político entre Estados miembros».

Sin duda, se trataba de una alusión a las relaciones de Francia con Italia, aún frágiles después de que los italianos se negaran a permitir que atracara un barco de una ONG que transportaba a 234 inmigrantes el otoño pasado. Francia dirigió el barco a uno de sus puertos, pero dejó claro su enfado, injustificado dado que el peso de la crisis migratoria de Europa ha sido soportado por Italia durante mucho tiempo.

Este fue uno de los factores decisivos en la victoria electoral de Giorgia Meloni el pasado mes de septiembre; y uno de sus primeros actos como primer ministro fue aprobar un proyecto de ley que requiere que todos los barcos de ONG soliciten acceso a un puerto después de su primer rescate y naveguen hacia él ‘sin demora’. A las pocas horas de la entrada en vigor del proyecto de ley el 23 de febrero, las autoridades italianas incautaron un barco de inmigrantes durante 20 días y multaron al patrón con 10.000 euros (8.800 libras esterlinas). El barco, el Geo Barents, pertenece a Médicos Sin Fronteras (MSF), que descrito el incidente como ‘extremadamente preocupante’ y exigió que ‘la criminalización de la búsqueda y rescate en el mar debe terminar’.

En el pasado, el gobierno italiano acusó a las ONG de “trabajar en connivencia con bandas de traficantes de personas”, acusación que también les planteó en 2017 Fabrice Leggeri, entonces jefe de la agencia fronteriza de la UE, Frontex. Al explicar que el 40 por ciento de las operaciones de rescate recientes en el mar frente a Libia habían sido realizadas por ONG, Leggeri dijo: “Esto lleva a los traficantes a obligar a más migrantes a subir a botes no aptos para navegar con agua y combustible insuficientes que en años anteriores”.

La tragedia migratoria más reciente, las muertes el domingo pasado frente a la costa italiana de 67 personas, fue el resultado de traficantes que obligaron a 200 hombres, mujeres y niños a subir a un pequeño bote de madera para un viaje de casi 1,000 millas.

Fue el último de una larga serie de desastres marítimos que se remontan a 2011, cuando comenzó la crisis migratoria después de que Occidente destituyera al coronel Gaddafi del poder en Libia. La peor tragedia sigue siendo el ahogamiento de 360 ​​inmigrantes frente a la isla de Lampedusa en 2013. En respuesta, el entonces presidente de Francia, Francois Hollande, instó a la UE a implementar una estrategia migratoria basada en la “prevención, la solidaridad y la protección”.

Pero la UE se resistió a la responsabilidad, una cobardía colectiva de los estados miembros que eventualmente le costó a Hollande, entre otros líderes, su trabajo. Probablemente será el destino de Rishi Sunak si no cumple su promesa de impedir que los pequeños barcos desembarquen en Kent de aquí a las próximas elecciones generales.

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