Es cierto que durante un cuarto de siglo (1890-1914), la primera legislación antimonopolio del mundo, respectivamente en los Estados Unidos, preveía implícitamente los actos anticompetitivos y los del ámbito sindical; posteriormente, mediante un reglamento del 14 de octubre de 1914, a saber, The Clayton Antitrust Act, el Congreso de los Estados Unidos eximió al mercado laboral de la aplicación de la legislación relativa a la sanción de cárteles, siendo la motivación que “el trabajo de un ser humano no es una mercancía”. ni objeto de comercio”.
Por tanto, como el trabajo no es una mercancía como el cemento o la gasolina, en torno a la cual se crean cárteles, el Consejo de la Competencia “no tiene mandato” para actuar aun cuando ve claramente cómo los convenios colectivos de trabajo restringen la competencia con los desocupados. En cambio, el Consejo sancionó a los “gremios” -el esqueleto sobre el que se construyó el movimiento sindical- por restringir el acceso de nuevos participantes al mercado e imponer tarifas mínimas para los beneficios. Casi no hay profesión liberal que no esté regulada y representada por una organización o asociación profesional desde abogados, notarios, arquitectos, contadores públicos y certificados, veterinarios, farmacéuticos, hasta profesiones más nuevas como tasadores, mediadores, etc. – restricciones en el campo criticadas a nivel europeo por sus efectos anticompetitivos.
Pero, repito, aunque los sindicatos hacen lo mismo que los gremios, es decir, imponen precios mínimos a la mano de obra en el sistema y levantan barreras para que entren nuevos desempleados, no se les acusa de prácticas anticompetitivas, como los notarios. ¿Por qué la actuación del abogado es considerada un servicio, y la del trabajador sindicalizado, trabajo, que no es una mercancía? ¿Y por qué solo los empleadores y los sindicatos participan en las negociaciones a nivel de empresa? ¿No sería normal que en un mercado competitivo, además de la patronal y los sindicatos, también se sentaran a la mesa los representantes de los parados?
Hasta que se aclaren estas cosas, es bueno saber que los salarios más altos no están relacionados con la fortaleza de las instituciones que hacen “justicia social”, los sindicatos. Si los salarios exceden la productividad, se producen quiebras y desempleo, y si la productividad excede los salarios, otros empleadores entrarán para atraer trabajadores con salarios más altos y obtener ganancias. Al mejorar continuamente la oferta salarial, el nivel salarial llega a igualar el de la productividad. Todos los libros de texto de economía dicen que los salarios dependen de la productividad laboral, no del poder sindical.
Reanudamos la discusión a partir del hecho de que el blanco de las acusaciones de establecimiento de un monopolio u oligopolio son las corporaciones, las grandes empresas. Las autoridades de supervisión y control están atentas para ver si una empresa tiene demasiado éxito y termina en una posición dominante, o si se pelea con aquellos con los que debería competir para compartir su mercado, en detrimento de los consumidores.
Por supuesto, se pasa por alto que, la mayoría de las veces, los monopolios y oligopolios de facto son creados por el propio Estado, a través de regulaciones favorables a los jugadores dominantes y diseñadas para socavar la competencia, así como a través de subsidios y otras ventajas directas o indirectas.
Y, sin embargo, hay un mercado que constantemente escapa a la atenta mirada de las autoridades de competencia: el mercado laboral. Y aquí la ley la hacen los sindicatos.
Evidentemente, no tiene nada de malo, por el contrario, que los trabajadores se asocien para gestionar lo mejor posible sus intereses, incluso para negociar contratos de trabajo con los empresarios. Pero los sindicatos no son exactamente eso, y además gozan de los privilegios que les confiere la ley.
En primer lugar, se trata de la obligación de los patrones de retener y transferir las cuotas sindicales de los trabajadores a la organización. En segundo lugar, sobre la obligación en algunos países y en algunas industrias de que ninguna persona puede ser empleada sin antes afiliarse al sindicato y sin comprometerse a no aceptar un salario mensual inferior al tope fijado por el sindicato. De esta forma, con el beneplácito de la ley y del Estado, los sindicatos representan verdaderos oligopolios en el mercado laboral, impidiendo prácticamente que los jóvenes desempleados e inexpertos accedan a puestos de trabajo. Y los desempleados nunca están representados por ningún sindicato.
Después de lo cual no es de extrañar que los jefes sindicales terminen comportándose exactamente como los jefes corporativos que dicen detestar y haciendo negocios y fortunas con el dinero de los sindicalistas.
Hablando de jefes, que en nuestro país se llaman barones, ¿por qué la administración local nunca hace huelga, solo el personal docente? ¿Porque sólo hay interés en la primera categoría de mantenerlo “cerca”? ¿Los políticos creen que les da votos? Quizás no se den cuenta: ¡la disminución de la educación está directamente relacionada con el ausentismo!
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2023-05-24 03:30:01
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