A finales de los años 70 y principios de los 80, Nueva York fue un hervidero creativo. Una generación de jóvenes artistas, músicos y cineastas convergieron en la ciudad con una urgencia compartida: encontrar su identidad y dejar su huella. Arto Lindsay describió esta escena, conocida como No Wave, como un movimiento profundo, una comunidad unida donde todos se conocían y compartían energías, con la intención de provocar una revolución cultural aún más radical que el punk.
En este contexto vibrante y desafiante, la cineasta irlandesa Vivienne Dick, considerada una de las fundadoras del cine No Wave, dio el salto desde Europa. La semana pasada, Dick fue invitada a la Hangar Bicocca de Milán para una conversación con su amiga y compañera de aventuras neoyorquinas, Nan Goldin, cuya exposición personal se puede visitar en el espacio artístico milanés hasta febrero. “Conocí a Nan nada más se mudó de Boston a Nueva York y enseguida nos hicimos amigas”, relata Vivienne. “Recuerdo una de nuestras primeras cenas juntas el día de Acción de Gracias, donde también estaban Anthony McCall y Claire Pajaczkowska. Le mostré varios lugares de Nueva York y me interesaban mucho sus fotos, dado mi propio trasfondo como fotógrafa. Lo que me cautivó de Nan fue su curiosidad y nuestros intereses comunes, que han permanecido iguales hasta hoy. Muchas escenas de mis películas fueron rodadas en su loft y la dirigí en Liberty’s Booty, donde también realizó las fotos del rodaje.”
Liberty’s Booty (1980), proyectada antes de la charla, es una de las obras maestras de la filmografía de Dick. La película ofrece una mirada desde una perspectiva femenina a la vida de algunas prostitutas de Nueva York, explorando las relaciones de poder, la mercantilización del cuerpo y la creciente globalización. Al mismo tiempo, es un valioso “documento histórico” de la contracultura neoyorquina, como lo son todas las obras de Vivienne Dick de esa época. Junto a cineastas como Bette Gordon y Beth B, Dick revolucionó la escena cinematográfica, formando parte de un grupo cohesionado de directoras, músicas (Lydia Lunch y Pat Place, guitarrista de la banda punk-jazz James Chance and the Contortions, son figuras recurrentes en sus películas), artistas y escritoras.
Su cine, fluido y resistente a las definiciones, oscila constantemente entre documental y ficción. Se nutre del espíritu “hazlo tú mismo”, de las grabaciones caseras, de los restos de la cultura pop y del cine de género hollywoodiense – desde el horror hasta la serie B y la ciencia ficción postapocalíptica – y está impregnado de reflexiones feministas avanzadas. Un magma de lo real, aparentemente caótico, como recuerda la directora: “Para mis películas hacíamos muy pocos ensayos. A veces, estaba en mi apartamento con Lydia Lunch o Pat Place y, instintivamente, tomaba la cámara. Me interesaba reflexionar a través de la cámara sobre las relaciones, sobre el hecho de que, en un sentido amplio, siempre se habían descrito como una forma de dominación, especialmente hacia la mujer. Éramos un grupo de amigas con la misma visión, leíamos a Germaine Greer, Kate Millett y Luce Irigaray y, en un momento dado, fundamos el colectivo Les Guérillères, un nombre en homenaje al libro de Monique Wittig. Empezamos a hacer una película todas juntas, pero no fue posible completarla, y la parte que ya había grabado se convirtió en mi primer cortometraje, Staten Island, en 1978.”
Poco después, Vivienne realizó Guerillère Talks, 25 minutos compuestos por siete carretes de película Super8 que retratan a mujeres vinculadas a la escena musical y artística de No Wave, como Beate Nilsen, Anya Philips, Ikue Mori, Lydia Lunch y Pat Place. Una película donde la presencia de la cineasta se siente en los movimientos expresivos de la cámara, añadiendo energía e intensidad a esta exploración de las nociones de identidad, un tipo de “screen test” para investigar las dinámicas sociopolíticas y las subjetividades femeninas con un toque de “pragmatismo warholiano”. “Siempre he querido explorar la identidad desde una perspectiva feminista. Mis películas no eran estructurales, sino una forma de resistencia al sistema.”
La narrativa fragmentada de películas como She Had Her Gun All Ready refleja esta misma idea. “En ese momento sentía que vivía en el centro del mundo y, sobre todo, que era necesario capturarlo. Nunca pensé que mis películas se convertirían en objeto de estudio”. Un estudio que, sin embargo, hasta hace poco, había sido marginado por la crítica y por la historia “clásica” del cine feminista. “Quizás sea así, pero creo que las cosas están cambiando. Hace unos años se publicó el libro de Rachel Garfield Experimental Filmmaking and Punk, que no habla solo de mí, sino también de cineastas como Sadie Benning, Abigail Child y Anne Robinson, rastreando nuestro trabajo como una alternativa a la feminidad conformista y hegemónica de la época.”
