En 1975, en un laboratorio improvisado con piezas reutilizadas, un ingeniero eléctrico visionario y la incredulidad de una empresa líder en fotografía analógica, nació una revolución tecnológica inesperada. Este experimento, mantenido en secreto, desafió lo establecido en Kodak y transformó para siempre la forma en que preservamos nuestros recuerdos.
Durante décadas, Kodak fue sinónimo de fotografía a nivel mundial. Fundada por George Eastman, la compañía controlaba toda la cadena, desde la fabricación de rollos hasta el revelado y la venta al público. Su lema, “Usted aprieta el botón, nosotros hacemos el resto”, reflejaba una época en la que el proceso industrial y químico era la norma para millones de personas.
En este contexto, alrededor de 1973, Steve Sasson propuso una perspectiva diferente. Mientras el equipo de Kodak se aferraba a la tradición química y mecánica, él vislumbró en los procesos largos y el manejo de líquidos un terreno fértil para la innovación. “Cuando llegabas a Kodak, tenías que tomar lecciones de fotografía… Tenías que esperar mucho tiempo y manipular químicos”, recordó en una entrevista con la BBC.
El avance clave llegó con el dispositivo de carga acoplada (CCD), creado en 1969 por Bell Labs y comercializado en 1974, que permitía convertir la luz en datos digitales. Su supervisor le encomendó investigar su potencial, y Sasson, impulsado por la ciencia ficción y la curiosidad, se propuso ir más allá: crear una cámara completamente electrónica capaz de registrar y almacenar imágenes.
En un entorno donde cualquier innovación que afectara al negocio principal era vista con recelo, Sasson aprovechó la libertad que se le concedió para experimentar, aunque nadie en la empresa le solicitó construir un prototipo concreto. Su objetivo era claro: demostrar que era posible capturar una imagen sin necesidad de película.
Con presupuesto limitado y sin una orden formal, Sasson construyó la primera cámara digital portátil de la historia gracias a su ingenio. Reutilizó una óptica de cámara de cine desechada, un convertidor analógico-digital de un voltímetro económico y otros componentes de diversas áreas de la fábrica. El resultado fue un dispositivo rudimentario de 3,6 kg, apodado con humor “la tostadora con lente”, que almacenaba las imágenes en una grabadora de casetes de audio, según relata la BBC.

Junto con Jim Schueckler, diseñó un sistema para visualizar las imágenes en un televisor, utilizando un microprocesador. El diseño no era estético, pero representaba una revolución silenciosa: por primera vez, una máquina capturaba y almacenaba imágenes sin necesidad de película.
La prueba decisiva tuvo lugar en diciembre de 1975. Sasson fotografió a la investigadora Joy Marshall. Entre la toma, la transferencia y la reproducción, el proceso tardó casi un minuto. El resultado fue una silueta borrosa y distorsionada en blanco y negro. “Estábamos contentos porque sabíamos que había mil razones para no ver nada”, comentó Sasson en ese momento, mientras que Marshall fue directa: “Necesita mejoras”.
A pesar de ello, el prototipo despertó asombro entre los directivos. Al ver la imagen en la pantalla, las principales dudas se centraron en el aspecto comercial: ¿Quién elegiría esta tecnología, con una calidad tan baja y un costo estimado de USD 1.100, frente a una Instamatic de USD 35? Sasson argumentó que, según la Ley de Moore, la fotografía digital alcanzaría la calidad de la película en 15 o 20 años, lo que finalmente ocurrió en 1995 cuando Kodak lanzó su primera cámara digital para el público en general, tal como relata BBC.

Kodak patentó el invento en 1978, generando ingresos por licencias y litigios durante años, aunque priorizó su negocio tradicional sobre el desarrollo digital. El avance definitivo hacia el color llegó con la matriz de Bayer de Bryce Bayer.
Sasson continuó trabajando en innovación digital dentro de la empresa, aunque el impulso final llegó mucho más tarde, con la expansión de la computación personal y el auge de internet.
En 1998, durante unas vacaciones en Yellowstone, Sasson observó a turistas fotografiando el géiser Old Faithful con cámaras de película, de video y digitales. Ahí comprendió que su experimento, inicialmente recibido con escepticismo, había cambiado para siempre la forma de capturar recuerdos.
En la actualidad, tomar una fotografía es un gesto cotidiano y sencillo, aunque pocos saben que todo comenzó con una “tostadora con lente” y una imagen borrosa, en un rincón de un laboratorio casi olvidado.
