El envejecimiento no se limita a una degradación lenta e inevitable de los tejidos, sino que también implica la acumulación de células que ya no funcionan correctamente y pueden alterar el equilibrio metabólico. Investigadores exploran cada vez más si la eliminación de estas células “envejecidas” (senescentes) podría convertirse en una estrategia terapéutica para afecciones relacionadas con la edad, como la diabetes mellitus tipo 2.
Un estudio preclínico, realizado por investigadores del Cedars-Sinai Medical Center de Los Ángeles, sugiere que las células senescentes en las paredes de los vasos sanguíneos juegan un papel importante en la aparición de disfunciones metabólicas asociadas con la edad, incluida la resistencia a la insulina y la diabetes, y que su eliminación podría mejorar significativamente el control glucémico.
Las células senescentes, a veces llamadas “células zombi” en la literatura científica, son células que, tras el estrés o las lesiones, dejan de dividirse definitivamente, pero permanecen en los tejidos. En ciertos contextos pueden ser útiles, por ejemplo, en la curación de heridas, pero a medida que se acumulan con el envejecimiento, liberan una serie de moléculas proinflamatorias y factores de señalización –el llamado fenotipo secretor asociado a la senescencia (SASP)– que favorecen la inflamación crónica y afectan la función normal de los órganos.
En el nuevo estudio, publicado en la revista Cell Metabolism el 20 de noviembre, el equipo de Cedars Sinai analizó específicamente las células endoteliales, que recubren el interior de los vasos sanguíneos y son esenciales para el funcionamiento de la mayoría de los órganos.
Los investigadores indujeron obesidad en ratones mediante una dieta rica en grasas, lo que aumentó el número de células endoteliales senescentes marcadas por la proteína p16, y luego eliminaron selectivamente esta población de células. Después de la eliminación de las células p16+ del endotelio, los animales mostraron una reducción de la inflamación en el tejido adiposo, una disminución de la masa grasa, una mejora de la tolerancia a la glucosa y una mejora general de la disfunción metabólica.
En otro experimento, el trasplante de células endoteliales senescentes en ratones delgados con un metabolismo normal provocó un aumento de la glucemia y la aparición de resistencia a la insulina, lo que sugiere que estas células no son solo un “marcador” del envejecimiento, sino un factor activo que puede desencadenar trastornos metabólicos.
Como posible prueba de principio terapéutico, el equipo utilizó fisetina –un flavonoide natural, un tipo de polifenol que se encuentra en muchas frutas y verduras, un compuesto con propiedades senolíticas –sustancias capaces de eliminar selectivamente las células senescentes–, observando una mejora en la tolerancia a la glucosa y una reducción del número de células senescentes tanto en ratones como en muestras de tejido humano evaluadas en el laboratorio.
Los autores subrayan, sin embargo, que la fisetina y otras sustancias senolíticas todavía están en investigación para esta indicación y no están aprobadas actualmente para el tratamiento de la diabetes en humanos.
Según los investigadores, el hecho de que el endotelio vascular influya en el metabolismo en numerosos tejidos lo convierte en un objetivo potencial atractivo para intervenciones antienvejecimiento y antimetaólicas.
En opinión de los expertos, dirigirse a la senescencia vascular podría, en principio, modificar simultáneamente múltiples procesos implicados en el envejecimiento y en las enfermedades asociadas.
Aunque los resultados son prometedores, el estudio tiene las limitaciones inherentes a la investigación preclínica, al haber sido realizado en modelos animales, y los mecanismos precisos por los que las células endoteliales senescentes desregulan el metabolismo en humanos aún deben ser aclarados.
El siguiente paso del equipo de Cedars Sinai será probar la seguridad y eficacia de terapias senolíticas o de métodos más específicos para eliminar las células senescentes vasculares en estudios clínicos en humanos. Si estos resultados se confirman, podrían abrir el camino a nuevos tratamientos para la diabetes mellitus tipo 2 y otras enfermedades metabólicas relacionadas con la edad, mediante la reducción de la inflamación crónica y la restauración de la sensibilidad a la insulina.
