Las alergias respiratorias han experimentado un aumento significativo en los últimos treinta años. Niños, adolescentes y jóvenes adultos son cada vez más afectados, a menudo durante varios meses consecutivos. ¿A qué se debe esta progresión? Según Gilles Oliver, responsable de polen en Atmo France, el cambio climático juega un papel fundamental en este incremento.
“En treinta años, los alergólogos estiman que las alergias se han multiplicado por tres o cuatro”, explica Gilles Oliver. La ANSES (Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria de Francia) sugiere más bien una duplicación desde 1990, “pero en ambos casos, el aumento es muy marcado”. Este hallazgo se comparte en todo el territorio: los síntomas aparecen más temprano en el año, duran más tiempo y se vuelven más intensos.
Las personas alérgicas deben comenzar sus tratamientos antihistamínicos antes y prolongarlos por más tiempo. “Se observa claramente que las temporadas de polen se han extendido”, señala. Como resultado, las personas sensibles experimentan molestias casi continuas y un aumento de los costos, tanto para los pacientes como para el sistema de salud.
Temporadas de polen que comienzan antes y se superponen
El cambio climático modifica profundamente el comportamiento de las plantas. Los inviernos más suaves provocan una floración temprana, a veces varias semanas antes de las fechas habituales.
“El avellano, por ejemplo, que tradicionalmente se monitoreaba a mediados de enero, ya ha florecido a finales de diciembre. En el sur, los cipreses, que comenzaban alrededor del 1 de febrero, ahora comienzan a mediados de enero”, explica Gilles Oliver. Las gramíneas, muy alergénicas, no son una excepción: su temporada, que antes comenzaba en mayo, ahora comienza a mediados de abril.
Esta precocidad no es la única consecuencia. Las diferentes temporadas de polen se superponen cada vez más, lo que complica la vida de las personas polisensibles. “En el sur, se observa que las personas alérgicas al ciprés y luego a las gramíneas encadenan semanas de alergias sin descanso. En el norte, es la combinación de abedul y gramíneas. En Auvergne-Rhône-Alpes, gramíneas y ambrosía.”
Otro elemento clave es el aumento del CO₂. Este gas estimula el crecimiento de muchas plantas, que luego producen más polen. Por lo tanto, las cantidades liberadas al aire son mayores.
Contaminación y calor: una combinación que agrava los síntomas
Si el clima favorece la producción de polen, la contaminación atmosférica refuerza su poder alergénico. “Las partículas contaminantes debilitan las vías respiratorias. Hacen que los bronquios sean más reactivos, lo que reduce el umbral para desencadenar los síntomas”, explica el especialista.
Los contaminantes también pueden modificar la estructura de los granos de polen. “Cuando están dañados por la contaminación, liberan más fácilmente los alérgenos, que pueden penetrar más profundamente en los bronquios”. Los episodios de calor intenso, cada vez más frecuentes, acentúan aún más este fenómeno al favorecer los picos de contaminación.
Un impacto real en la calidad de vida
Las molestias relacionadas con los alérgenos no se limitan a un simple “resfriado de primavera”. Los síntomas afectan la vida diaria. “El sueño se ve perturbado, la concentración disminuye y las actividades al aire libre se vuelven complicadas”, describe Gilles Oliver. Los niños y adolescentes son particularmente afectados, especialmente en la escuela, donde los problemas de concentración tienen repercusiones directas.
Las alergias mal tratadas también aumentan el riesgo de asma, un importante problema de salud pública. “Una alergia no tratada es un riesgo de evolución hacia el asma, especialmente en los jóvenes”.
Cómo reducir la exposición al polen
El primer paso sigue siendo el diagnóstico. “Es importante consultar a un alergólogo para confirmar la alergia y adaptar el tratamiento”, recuerda. En períodos de polinización temprana, los tratamientos a veces deben comenzar varias semanas antes que en años anteriores.
Algunos gestos simples también pueden limitar los síntomas:
- Seguir las alertas de polen: a través de los sitios web o redes sociales de Atmo France, o los boletines meteorológicos.
- Ventilar en los momentos adecuados: temprano en la mañana o justo después de la lluvia, cuando hay menos polen en el aire.
- Cerrar las ventanas durante el día, especialmente con viento fuerte.
- Adoptar reflejos al regresar a casa: lavarse la cara, enjuagarse el cabello, cambiarse de ropa.
- Limitar la exposición en el coche: mantener las ventanas cerradas, especialmente a alta velocidad.
- Usar gafas de sol, o incluso una mascarilla para las personas muy sensibles.
La desensibilización, cuando es posible, sigue siendo un tratamiento de fondo eficaz. “Es un proceso largo, pero que puede reducir duraderamente los síntomas”, precisa Gilles Oliver.
Públicos más sensibles que otros
Las personas más afectadas son los niños, los adolescentes y los jóvenes adultos. “Después de los 60 años, el sistema inmunológico a menudo se vuelve menos reactivo y algunas alergias se atenúan”, explica. Pero la tendencia sigue siendo un aumento global de la sensibilidad de la población, principalmente debido a los cambios en el clima y la contaminación.
Una tendencia que debería continuar
Para los próximos años, los especialistas esperan una amplificación del fenómeno: temporadas de polen cada vez más largas, polen más agresivo e impactos respiratorios más marcados. “Las tendencias que observamos desde hace treinta años no se revertirán. Al contrario, corren el riesgo de intensificarse”, advierte Gilles Oliver.
Comprender estas evoluciones es esencial para protegerse mejor y adaptar los tratamientos. El polen no desaparecerá, pero una buena información puede ayudar a vivir mejor con estas alergias que se han convertido, para muchos, en una verdadera discapacidad estacional.
