En marzo de 2009, una vivienda ocupada por una numerosa familia romaní fue atacada con cócteles molotov por un grupo de cuatro jóvenes. El incendio resultante puso en peligro la vida de una niña menor de dos años, quien sobrevivió gracias a la excelente atención médica recibida. David Vaculík y Jaromír Lukeš fueron condenados a 22 años de prisión, mientras que Ivo Müller y Václav Cojocaru recibieron sentencias de dos años menos. Todos los implicados en el momento del crimen simpatizaban con ideologías neonazis y participaron en actividades de grupos extremistas.
Mientras que Müller y Cojocaru fueron puestos en libertad condicional tras cumplir dos tercios de su condena en mayo de 2023, y Lukeš en septiembre del año pasado, Vaculík no ha mostrado intención de solicitar la libertad condicional. “No tengo información al respecto”, confirmó Pavel Uhl, representante de la familia afectada.
Según los participantes en el proceso judicial, la actitud de Vaculík no es sorprendente, considerando su comportamiento anterior. Fue el único de los cuatro que se negó a testificar después de su arresto. No pronunció ni una palabra sobre el incidente durante los interrogatorios policiales ni en el juicio. Tampoco escribió una carta de disculpa a las víctimas ni expresó ningún remordimiento. La fiscal Brigita Bilíková lo identificó durante el proceso como el principal instigador, señalando que actuaba según los principios de la organización neonazi Combat 18, específicamente bajo la doctrina del “lobo solitario”, que promueve el silencio y la falta de diálogo con las víctimas.
Markus Pape, activista que representó a la familia afectada en el juicio, coincidió en que la postura de Vaculík no es inesperada. “El año pasado, durante el proceso de libertad condicional de Jaromír Lukeš, recibimos información de que Vaculík no estaba cooperando. El propio Jaromír Lukeš, quien compartió celda con David Vaculík, dijo que ni siquiera hablan sobre este asunto”, declaró Pape.
“Es difícil interpretar esto. Si simplemente está obstinado y no quiere cooperar con las autoridades, o si cree que recibió un castigo justo y, por lo tanto, lo cumplirá. No lo sabemos, no podemos leer su mente”, añadió Pape.
Que los perpetradores de delitos graves no soliciten la libertad condicional no es inusual. Según el psicólogo penitenciario Václav Jiříček, existen varias razones posibles. “Especialmente con aquellos con quienes trabajamos terapéuticamente y a largo plazo, sabemos lo difícil que es para ellos cambiar su autoimagen. Implica adoptar una nueva identidad, completamente diferente a la que tenían antes”, explicó, agregando que esto también está relacionado con los requisitos legales para iniciar un proceso de libertad condicional, incluyendo la promesa de llevar una vida honesta y la autorreflexión, algo problemático para muchos condenados.
“Un factor importante es también el tipo de apoyo social que tiene una persona en libertad y, por ende, si anhela la libertad. A menudo escucho a personas en prisión decir que, al menos dentro de las rejas, significan algo, pero afuera no significan nada”, concluyó Jiříček.
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