El telescopio Two meter Twin Telescope (TTT) del Observatorio del Teide ha logrado una hazaña sin precedentes: la detección de un chorro oscilante proveniente de 3I/ATLAS, un cometa interestelar. Este hallazgo abre nuevas vías para comprender la actividad de estos visitantes provenientes de fuera de nuestro Sistema Solar, permitiendo comparaciones directas con los cometas que conocemos.
3I/ATLAS, el tercer cometa interestelar confirmado que atraviesa nuestro sistema, no solo es una fugaz aparición en el cielo. Observaciones realizadas desde el Observatorio del Teide han revelado un estrecho chorro de gas y polvo que se modula periódicamente. Este patrón ha permitido a los científicos estimar el periodo de rotación del núcleo del cometa entre 14 y 17 horas. La señal fue captada durante una campaña de observación de 37 noches, entre julio y septiembre de 2025, constituyendo la primera evidencia de actividad localizada y repetitiva en un cometa de origen extrasolar.
La detección se basa en imágenes obtenidas con el Two meter Twin Telescope (TTT), operado por Light Bridges en colaboración con el Instituto de Astrofísica de Canarias. El equipo de investigación empleó técnicas avanzadas de procesamiento de imágenes para realzar la coma interna y distinguir estructuras de baja intensidad. El resultado muestra un jet fino y persistente que emerge del lado iluminado por el Sol, diferenciándose claramente de la cola de polvo que se proyecta en dirección opuesta. Su comportamiento varía de manera regular a medida que el núcleo del cometa gira.
La determinación del periodo de rotación es crucial. La actividad cometaria depende de cómo el calor solar activa regiones específicas del núcleo, donde los hielos se subliman y arrastran polvo. La ubicación del chorro influye en su variación aparente: si se origina cerca de un polo, el cambio será más suave, mientras que en latitudes medias el “vaivén” será más evidente. Los datos del TTT sitúan el periodo entre 14 y 17 horas, corroborado por otros análisis que lo ubican cerca de 15 horas y media, lo que sugiere un núcleo relativamente estable y una fuente de actividad localizada.
Las imágenes también revelan un fenómeno que ayuda a comprender la morfología del cometa. Se observa una estructura estrecha hacia la región iluminada por el Sol, mientras que la cola de polvo se extiende en la dirección opuesta. Esta configuración, a veces denominada “anti-cola” o cola antisolar proyectada, no contradice las leyes de la física del viento solar, sino que refleja el ángulo desde el que observamos el plano orbital y la distribución de partículas.
La explicación es geométrica: a medida que cambia el ángulo de observación, la cola puede parecer apuntar hacia el Sol, aunque la fuerza de la radiación siga actuando en sentido contrario.
El interés en 3I/ATLAS se intensifica por su trayectoria hiperbólica, lo que indica que no está gravitacionalmente ligado a nuestra estrella y que se aleja nuevamente hacia el espacio interestelar. El cometa fue detectado por primera vez el 1 de julio de 2025 por el sistema ATLAS en Chile y comunicado al Minor Planet Center.
Desde entonces, la NASA y otros observatorios han seguido su trayectoria, utilizando observaciones de misiones como Hubble y Webb para estimar su tamaño y propiedades físicas. Su máximo acercamiento a la Tierra ocurrió el 19 de diciembre de 2025, a una distancia de aproximadamente 270 millones de kilómetros, sin representar ningún riesgo.
Sorprendentemente, a pesar de su origen externo, el cometa presenta características “normales”. No se han detectado comportamientos exóticos en su fotometría, coma o evolución de polvo y gas. Esta normalidad es valiosa en la ciencia planetaria, ya que reduce la necesidad de hipótesis complejas y permite centrarse en procesos medibles. La comparación con 1I ‘Oumuamua y 2I Borisov, los dos visitantes anteriores, ayuda a refinar los modelos sobre la formación y expulsión de cuerpos helados en otros sistemas estelares.
La importancia de este estudio reside en su enfoque comparativo. Medir la rotación, observar un chorro periódico y distinguir su firma de la cola antisolar no es solo un ejercicio estético, sino una ventana a la física del núcleo, que probablemente pasó miles de millones de años en el frío interestelar antes de recibir una intensa radiación solar.
En el futuro, telescopios más potentes y campañas de observación coordinadas permitirán tratar a estos objetos como verdaderos laboratorios naturales. Cada chorro, cada curva en la coma y cada cambio de brillo ofrecerá pistas valiosas sobre el funcionamiento de los sistemas planetarios más allá del nuestro.
El comunicado oficial ha sido publicado por el Instituto de Astrofísica de Canarias.
