Espiritualidad y Salud: La Ciencia Confirma los Beneficios de la Fe
¿Imagina una terapia capaz de disminuir la progresión de la pérdida cognitiva, la inflamación en el organismo, los niveles de cortisol (la hormona del estrés), el riesgo de suicidio y aumentar la serotonina (la hormona de la felicidad)? Para obtener todos estos beneficios, según la ciencia, solo necesita creer.
Aunque pueda sonar a un concepto místico, la evidencia científica demuestra cada vez más que la espiritualidad tiene un impacto positivo tanto en el cuerpo como en la mente. Estudios robustos revelan los efectos beneficiosos de la religión –cualquiera que sea– en el organismo.
“Hoy en día, contamos con evidencia sólida de artículos publicados en revistas médicas de excelente calidad que muestran una relación positiva entre la práctica de la espiritualidad y la religiosidad, y los resultados de salud en general. Esto ya es una realidad”, afirma Fábio Nasri, geriatra y coordinador del grupo médico-asistencial (GMA) de Espiritualidad del Hospital Israelita Albert Einstein.
Uno de los trabajos más conocidos es un estudio publicado en la prestigiosa revista Journal of the American Medical Association (JAMA), que involucró a 70.000 mujeres y demostró que aquellas que asistían a servicios religiosos más de una vez por semana tenían un menor riesgo de suicidio. Otros estudios han mostrado mejoras en la frecuencia cardíaca y una disminución de las arritmias. Una investigación también constató la reducción de la proteína interleucina 6 en el organismo, lo que indica un cuerpo menos inflamado.
Un estudio realizado en la Universidad de Utah con miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones) descubrió que la religión activa el núcleo accumbens bilateral, así como los lóbulos prefrontales corticales de atención frontal y ventromedial. Estas áreas cerebrales, responsables del procesamiento del placer y la recompensa, también se activan al participar en actividades sexuales, escuchar música, jugar o consumir drogas.
Además de los aspectos biológicos, la religiosidad promueve un estilo de vida que es positivo para la salud:
“La mayoría de las religiones promueven hábitos saludables, como evitar fumar y beber, involucrarse con la comunidad, crear una red de apoyo, realizar obras de caridad y practicar actividades asistenciales y filantrópicas, y todo esto contribuye al bienestar”, explica Nasri.
Investigadores del Hospital McLean en Massachusetts, Estados Unidos, inscribieron a 159 hombres y mujeres en un programa de terapia cognitivo-conductual que incluía diez sesiones de terapia grupal e individual, y en algunos casos, medicación. Alrededor del 60% de los participantes estaban en tratamiento por depresión, mientras que otros presentaban trastorno bipolar y ansiedad, entre otros diagnósticos. Se les pidió a todos que clasificaran su espiritualidad respondiendo a la pregunta: “¿Hasta qué punto cree en Dios?”. Los resultados revelaron que aproximadamente el 80% de los participantes manifestaron alguna creencia.
La fuerza de la fe no estaba relacionada con la gravedad de los síntomas iniciales. Por encima de todo, aquellos que consideraban su creencia espiritual como más importante parecían menos deprimidos después del tratamiento, en comparación con aquellos que tenían poca o ninguna creencia. También eran menos propensos a involucrarse en comportamientos de autolesión.
Según David Rosmarin, psicólogo del Hospital McLean y director del Centro de Ansiedad en Nueva York, autor del trabajo, una posible razón para este fenómeno es que “los pacientes con más fe en Dios también tienen más fe en el tratamiento. Es más probable que crean que el tratamiento puede ayudar y que vean esta posibilidad como real”.
De acuerdo con el neuropsicólogo y profesor de la facultad de medicina de la Northwestern University, en Estados Unidos, Jordan Grafman, quien estudia los efectos de las creencias en el cerebro, alrededor del 30% de las personas se benefician de los medicamentos placebo.
“¿Cómo sucede esto? Bueno, ese es el poder de la creencia en el cerebro, ayudando a estimular, por ejemplo, mecanismos antiinflamatorios o activando otros procesos cerebrales que ayudan a controlar la ansiedad y reducir el estrés. Esta es una forma en que la fe y la creencia pueden afectar la salud”, afirmó a GLOBO.
El lado moral y filosófico de las enseñanzas religiosas también influye en la forma en que vemos el mundo y a nosotros mismos, lo que finalmente se refleja en nuestra salud física.
Un trabajo reciente de la Universidad de Manchester, en Estados Unidos, revela que la sabiduría budista puede ayudar a afrontar los desafíos sociales y emocionales de la vida moderna y proteger la salud mental. La investigación, liderada por el psicólogo Minwoo Kang y publicada en la revista Psychotherapy & Politics International, propone una reflexión sobre cómo la espiritualidad puede comprenderse y utilizarse en la psicoterapia.
Según el estudio, el budismo ofrece mucho más que meditación o atención plena (mindfulness), sino una estructura ética y espiritual que puede ayudar a combatir el individualismo y el estrés. “La atención plena se ha popularizado en entornos laborales y consultorios terapéuticos, pero a menudo carece de sus raíces espirituales más profundas. El budismo, en su contexto completo, nos recuerda la compasión, la interconexión y la humildad, cualidades que la salud mental moderna necesita más que nunca”, señala el autor en un comunicado.
Kang propone un nuevo enfoque que denomina “Budismo como método”, utilizando enseñanzas budistas como la impermanencia, la condicionalidad y la relatividad. Basándose en sus propias experiencias de infancia en Corea del Sur y su formación en el Reino Unido, el psicólogo explora cómo la espiritualidad puede servir como una fuerza de cambio tanto personal como social.
Fábio Nasri enfatiza que, para experimentar todos estos beneficios, no basta con asistir a una iglesia, mezquita, templo o sinagoga mañana, sino que es necesario abrazar verdaderamente esa fe.
“Cuando estos valores no se internalizan, es decir, cuando se empieza a asistir sin que esto se convierta en parte de la vida, sin que sea verdad para uno, sin que se viva según esas creencias, estos beneficios no se mantienen”, afirma el médico. “Por lo tanto, profesar la fe que se profesa será válido si se vive de acuerdo con esas creencias. Hay que creer, tener fe verdadera, ser auténtico”.
Para aquellos que no están interesados en seguir una religión, el médico suele recomendar la meditación, la práctica del yoga o que el paciente se conecte con algo que vaya más allá del mundo material.
“En realidad, lo que intentamos es restablecer la reconexión del paciente con lo divino, con lo sagrado, algo que a menudo perdemos en nuestra sociedad. Esta conexión puede restablecerse de diversas formas, no solo orando en un templo. Algunas personas encuentran consuelo en el arte, otras en la naturaleza. Son formas de incorporar la belleza a tu vida y la conexión con lo divino, y en última instancia, con Dios”, concluye.
