El motivo desencadenante del brutal feminicidio de Anna Tagliaferri, de 40 años, ocurrido el domingo por la tarde en Cava de’ Tirreni, provincia de Salerno, sigue siendo un misterio, asumiendo que sea posible identificarlo. La relación entre la empresaria y Diego Di Domenico, su pareja de la misma edad, que luego se convirtió en su asesino, parecía transcurrir con total normalidad.
Hasta unas horas antes del crimen, ambos trabajaron juntos en la renombrada pastelería familiar. Anna, sonriente y amable detrás del mostrador, aconsejaba a sus clientes habituales, mientras que Diego, más reservado, ayudaba en la caja durante la temporada navideña. Luego regresaron a casa para descansar unas horas. Y allí se sumió todo en la oscuridad. No se habían denunciado actos de violencia, ni se había solicitado la intervención de las fuerzas del orden, ni se habían reportado discusiones por parte de los vecinos, quienes tras las tragedias suelen afirmar que «se podría haber evitado».
INVESTIGACIÓN
Para los carabineros del departamento territorial de Nocera Inferiore, dirigidos por el teniente coronel Gianfranco Albanese, se trató de un gesto repentino e injustificado, que no parece haber sido una reacción a una causa relacionada con la relación entre ambos. El elemento que cobra cada vez más fuerza se refiere al estado psíquico de Di Domenico, quien aparentemente sufría problemas de depresión. El hombre de 40 años figura entre los pacientes atendidos por el centro de salud mental de la ASL, pero según la información que ha surgido en las primeras fases de la investigación, y según lo que han declarado los vecinos, parece que había interrumpido la terapia hace algún tiempo. Esta podría haber sido la causa del colapso que afectó a Di Domenico, quien luego protagonizó el terrible acto de sangre. La reconstrucción de las últimas horas se enriquece con detalles: Anna, Diego y la madre de ella, Giovanna Venosi, habían almorzado juntos. Luego, la mujer de 75 años decidió ir a descansar en una de las habitaciones del apartamento hasta que fue despertada por los gritos de su hija. En ese momento, se levantó y corrió a ayudar a Anna, que ya había sido apuñalada varias veces. La anciana resultó herida, pero sobrevivió. Un pariente que vive en el mismo edificio de Via Ragone escuchó los gritos y se encontró con el asesino cubierto de sangre. Diego luego bajó las escaleras corriendo, rompió una ventana para subir al techo y se lanzó, según testigos, con los brazos extendidos. «Parecía que quería volar», repiten los vecinos. Un final que el padre de Diego había elegido, de la misma manera, cuando el asesino era pequeño. Y había sufrido mucho por esa pérdida repentina y violenta. Luego, imitó ese acto, eligiendo no solo poner fin a su vida, sino también a la de la mujer a la que decía amar.
EL NODO
Todo lo que ha surgido en las últimas horas deberá ser corroborado por el testimonio de la madre de Anna, un testigo clave en este nuevo feminicidio. Solo ella podrá contar lo que ambos se dijeron en las últimas horas, cómo se miraban, si había elementos que presagiaran la tragedia que lo cambiaría todo para siempre. La señora Venosi fue operada en el hospital de Cava, nunca corrió peligro de vida y se está recuperando físicamente. Los médicos indican que necesitará más tiempo para poder relatar a los investigadores su versión de la historia, fundamental para esclarecer lo que realmente sucedió en esa casa. Mientras tanto, ayer la persiana de la pastelería Tirrena permaneció cerrada, pero el laboratorio, accesible desde la puerta trasera del local, estaba en funcionamiento. Los hermanos de Anna no se han rendido: «Entregaremos todos los pedidos como tú hubieras querido», escribieron en un cartel colocado en la persiana principal. Un lugar donde muchos han dejado flores y mensajes para esa mujer de alma amable y risa contagiosa. El alcalde ha dispuesto la suspensión de todos los eventos navideños, incluso el gran árbol de la plaza de la ciudad permanece apagado.
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