Milán-Cortina 2026 se presenta como una oportunidad para que los Juegos Olímpicos trasciendan su función tradicional de espectáculo deportivo y se conviertan en un llamado a la acción diplomática. La cita, que tendrá lugar en Italia, debe ser, según se plantea, una reflexión y una solución ante la indiferencia mostrada ante conflictos bélicos, como la guerra en Ucrania.
La edición de Pekín 2022, que concluyó el 20 de febrero, pasó la posta a Milán-Cortina. Cuatro días después, Rusia invadió Ucrania, un hecho que subraya la necesidad de que los Juegos Olímpicos no sean un mero escaparate, sino un foro para promover la paz y la tregua. Se busca evitar repetir los errores del pasado, recordando cómo en 1936, durante los Juegos de Berlín, la comunidad internacional ignoró la escalada de tensiones en Alemania.
El presidente Mattarella, la primera ministra Meloni y la presidenta del Comité Olímpico Internacional, Fiona Coventry, tienen la responsabilidad de asegurar que Milán-Cortina 2026 sea una edición memorable. Para ello, los Juegos deben enviar un mensaje a las diplomacias que vaya más allá del habitual llamamiento a la paz, instándolas a renovar, o al menos a intentar seriamente, la tregua olímpica más allá de la última medalla otorgada. La cita, que se inaugurará el 22 de febrero de 2026 desde la Arena de Verona, debe ofrecer algo más que un simple recuento de medallas.
