La comunidad católica de Myanmar enfrenta una Navidad marcada por la esperanza, pero también por el conflicto interno que asola al país del sudeste asiático. A pesar de las dificultades, los fieles se preparan para vivir las celebraciones con una intensa espiritualidad, manteniendo viva la oración por la paz.
En las zonas centrales de Myanmar, donde la violencia ha disminuido, la inseguridad y el temor persisten en el corazón de los creyentes. Podrán asistir a la misa de Nochebuena, una celebración eucarística vivida con modestia y fervor, pero muchas de las tradiciones que caracterizaban la Navidad han sido abandonadas debido a la guerra y al toque de queda.
“Ya no es posible ir de casa en casa anunciando la buena nueva del nacimiento del Salvador, como hacíamos antes”, lamenta Joseph Kung, un laico católico de Yangón que participa en la labor pastoral de la Iglesia local. “El espíritu navideño está condicionado por las dificultades, el sufrimiento y la tristeza que causa la guerra, que sigue cobrando vidas y sumiendo a las familias en el luto”. Kung también expresa su preocupación por las más de tres millones de personas desplazadas que viven en campos de refugiados o huyendo en los bosques, y reitera que la oración por la paz es el mayor deseo de la comunidad católica.
El drama en el norte y el este de Myanmar
La situación es particularmente grave en el norte del país, en ciudades como Mindat, Bamaw y Myitkyina, así como en Loikaw, al este, y en el estado de Rakhine, al oeste. En estas regiones, los enfrentamientos y la emergencia humanitaria impiden a los cristianos celebrar la Navidad. Muchos pasarán las fiestas en campamentos para desplazados internos o en el bosque, luchando por sobrevivir.
El padre John Aung Htoi, sacerdote de Myitkyina, explica que los sacerdotes se esforzarán por llegar a estas poblaciones para brindarles esperanza y consuelo. “La presencia de un sacerdote celebrando la misa de Navidad es un gran regalo, una luz en la oscuridad de la soledad y las dificultades”, afirma. La situación en Banmaw es especialmente crítica debido a la intensa presión del ejército sobre las fuerzas de resistencia.
La Catedral de Cristo Rey, un símbolo de la guerra
En Loikaw, el obispo Celso Ba Shwe se verá obligado a celebrar la Navidad lejos de la Catedral de Cristo Rey por tercer año consecutivo. El complejo católico permanece ocupado por el ejército birmano desde noviembre de 2023, convirtiéndose en un símbolo de la guerra que ha afectado a lugares de culto e instituciones sociales como escuelas y hospitales.
El padre Htoi denuncia que, en algunas zonas controladas por el ejército, se obliga a los cristianos a celebrar la Navidad para aparentar paz antes de las elecciones del 28 de diciembre, una maniobra política de la junta militar, que controla actualmente solo el 50% del país y busca legitimidad nacional e internacional.
Una llama de esperanza en medio de la catástrofe humanitaria
A pesar del contexto adverso, la pequeña comunidad católica de Myanmar, que representa aproximadamente el 1% de la población, mantiene viva la llama de la esperanza, acompañando a los más débiles, los desplazados y los pobres. Sacerdotes, religiosos y catequistas se dedican a brindar consuelo y ayuda material a los que sufren. La parroquia de Nuestra Señora del Rosario en Mandalay, afectada primero por la guerra y luego por un terremoto, acoge actualmente a 650 desplazados que confían en la Providencia de Dios.
