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Redes Sociales: Ira, Violencia y el Límite Digital en 2025

by Editor de Mundo

El día que decidí, erróneamente, explorar X, una plataforma en la que no era activa, me encontré con imágenes impactantes sin previo aviso. Una agresión con cuchillo en el metro y un hombre recibiendo un disparo en el cuello, con la sangre brotando. Se trataba de los asesinatos de Iryna Zarutska, atacada por un individuo con esquizofrenia, y del activista de derecha conservadora cristiana Charlie Kirk, fundador de Turning Point USA, abatido a tiros durante un discurso. En cuestión de minutos, y sin buscarlo, fui testigo de dos muertes.


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Más allá de la violencia explícita de estos videos, lo que realmente me traumatizó fue la reacción en las redes sociales. Un verdadero tsunami de odio se desató, llegando incluso a llamados a la guerra civil. Aquellos que se atrevieron a expresar que la muerte de Charlie Kirk era consecuencia de sus propias convicciones, por defender el derecho a portar armas, fueron atacados con una ferocidad inusual por hordas digitales. El propietario de X, Elon Musk (229 millones de seguidores), se erigió como el principal animador de esta ira, publicando, incluso antes de conocer los motivos del asesino: “la izquierda es el partido del asesinato”.

La palabra del año 2025, según las editoriales universitarias de Oxford, fue rage bait, un término que se refiere al contenido en línea diseñado para provocar indignación, traducido, con cierta pretensión, como “cebo para la ira”. Los algoritmos fomentan este tipo de contenido para mantenernos enganchados el mayor tiempo posible en el “acuario” de las aplicaciones. Los videos tiernos de gatos ya no son suficientes para calmar la situación, solo para mantener a los corazones más sensibles adictos al desplazamiento constante. La ira, al final, es la que mejor vende.

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A menudo se dice que el amor puede cambiar el mundoel amor crisse!, como decía Louise Latraverse–, pero la crueldad también, algo que tendemos a olvidar. ¿En qué tipo de desensibilización participamos todos como ratas de laboratorio al exponernos diariamente a esta ira? ¿De qué sirve leer los torrenciales de bilis contra Kim Thúy en los comentarios, en gran parte escritos por trolls? Participar en eso es fomentarlo.

Cuando sabemos que las redes sociales reproducen las desigualdades sociales, que una minoría de usuarios genera el contenido para una mayoría de espectadores, debemos comprender que estos lugares son espejos distorsionados de nuestras sociedades, si no queremos desesperar de la humanidad.

Apagar el teléfono móvil, abrir la puerta y salir permite constatar que Montreal no está en llamas, que no hay oraciones en cada esquina, pero que la crisis de las personas sin hogar es muy real.

El asesinato de Charlie Kirk marcó un “punto de inflexión” para mí. En 2025, alcancé mi límite y reduje drásticamente mi consumo de información en línea, donde, de todos modos, la desinformación y la inteligencia artificial nos hacen dudar de todo. Con Kirk, si aún no lo habíamos comprendido, la derecha y la extrema derecha han ganado las redes sociales. No sé qué más necesitamos para sacarnos esto de la cabeza.

Las plataformas en las que descargamos nuestras frustraciones están en manos de personas que se ven a sí mismas como emperadores romanos de la era digital. ¿Qué otra cosa podíamos esperar?

Es necesario leer Los ingenieros del caos y La hora de los depredadores de Giuliano da Empoli para comprender lo que está sucediendo.

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Nunca olvidaré la escena de los oligarcas tecnológicos en la investidura de Donald Trump, que seguramente encontrará un lugar en los libros de historia como un retrato de la infamia. Otro punto de inflexión, esta concentración de poder y riqueza al servicio de un autócrata que está destruyendo las instituciones estadounidenses y el orden mundial tal como lo conocíamos desde 1945.

En febrero de 2025, durante el espectáculo de medio tiempo del Super Bowl, Kendrick Lamar parafraseó el famoso poema de Gil Scott-Heron, The Revolution Will Not Be Televised. Su actuación, por cierto, fue una excelente fábrica de rage bait.

La revolución no será televisada, y tampoco sucederá en las redes sociales. No cabe duda de que pueden servir para movilizar, pero pueden ser retiradas en cualquier momento por cualquier tirano, algo que la generación Z en otras partes del planeta ha comprendido.

Aquellos que están hartos de la corrupción, la desigualdad y que aún sueñan con la democracia. Solo bajando a la calle las cosas cambian, nunca quedándose en el salón frente a una pantalla. Es una valiosa lección, un recordatorio de la realidad. La añado a mis puntos de inflexión.

Cinco años después de la pandemia, no dejamos de medir el daño que este período nos ha causado. Todos nos hemos sumergido en los algoritmos, no solo los teóricos de la conspiración. En su ensayo El doble: viaje en el Mundo Espejo, Naomi Klein escribe lo siguiente: “He llegado a considerar a estos actores, que viven de conjeturas y exageraciones-trampas-para-clics, como los dobles de los desastres, sus acciones (muy rentables) tienen como consecuencia desviarnos de los escándalos reales que están ahí, ante nuestros ojos, y que deberían requerir urgentemente nuestra atención”.

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Mientras nos peleamos en línea, construimos en todas partes centros de datos monstruosos para la IA, que consumirán las últimas energías que nos quedan, humanas y ambientales.

No pensemos que en Quebec podemos escapar a estas tristes pasiones. Una gran parte de lo que somos está arrastrada por las obsesiones y la caída de quienes nos dominan. Europa y Canadá descubrieron brutalmente en 2025 que ya no estaban bajo la protección del gigante estadounidense. Que quizás incluso estaban en su línea de mira. Aún no hemos visto lo que eso significa. Otro punto de inflexión.

Una tendencia paradójica en Instagram anuncia que 2026 será el año en que volveremos a lo analógico. El entorno de las redes sociales se ha vuelto demasiado tóxico, el temor a la hipersurveillance es más que legítimo y la fatiga digital se hace sentir. La joven generación que nació en este entorno cuestiona su relación con la tecnología, no desde la nostalgia, sino desde la resistencia fuera de línea. En el fondo, las plataformas son colosos con pies de barro; si nos alejamos de ellas, caerán. Todavía nos queda ese poder.

Quizás otro punto de inflexión por venir.

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