Un grupo que se autodenomina “Los Robin de las Calles” ha capturado la atención pública en Montreal, Canadá, tras una audaz acción: robar alimentos por un valor aproximado de 3000 dólares en un supermercado Metro y redistribuirlos entre personas necesitadas. La peculiaridad del acto radica en que los miembros del grupo, disfrazados de Papá Noel, llevaron a cabo el robo como una forma de protesta y solidaridad.
Inspirados en la figura de Robin Hood, “Los Robin de las Calles” justifican sus acciones como una defensa de los más vulnerables frente a la creciente desigualdad y el alto costo de vida. En un manifiesto, argumentan que los robos son “gestos políticos y de resistencia” contra empresas que, según ellos, “tienen nuestros medios de vida como rehenes” y buscan maximizar sus ganancias a expensas de la población.
La acción ha generado una fuerte reacción en redes sociales, con numerosos usuarios aplaudiendo a estos nuevos “héroes modernos”. Comentarios como “¡Las tiendas nos roban lo suficiente!” y “El mundo ya no puede llegar a fin de mes” reflejan el descontento generalizado y la empatía hacia la situación de quienes luchan por cubrir sus necesidades básicas.
Sin embargo, la legalidad de sus actos es innegable. Aunque la intención pueda ser noble, el robo sigue siendo un delito, y las autoridades han advertido que no se puede justificar bajo ninguna circunstancia. Se argumenta que ceder ante este tipo de acciones podría conducir al caos y a la anarquía, donde cada individuo se sienta con derecho a tomar la justicia por su mano.
El debate se centra en si la desesperación justifica los medios. “Los Robin de las Calles” afirman que “la hambruna justifica los medios”, pero muchos argumentan que esta lógica es falaz, ya que los costos de estos robos terminan siendo asumidos por todos los consumidores. La historia de Robin Hood es una fábula, y la realidad actual exige soluciones más constructivas y legales para abordar la pobreza y la desigualdad.
