Ministros de Asuntos Exteriores africanos se reunieron el viernes y sábado en El Cairo, Egipto, en el marco de consultas preparatorias para la próxima Cumbre Rusia-África, programada para 2026. Este encuentro diplomático refleja el interés de Moscú en fortalecer su presencia en el continente africano, en un contexto geopolítico internacional de reconfiguraciones significativas.
En paralelo a las deliberaciones, el jefe de la diplomacia rusa, Sergey Lavrov, mantuvo conversaciones con varios funcionarios africanos, incluyendo a Robert Dussey, ministro de Asuntos Exteriores de Togo. Estos diálogos bilaterales evidencian una intensificación del intercambio político entre Rusia y numerosos estados africanos.
Moscú ha incrementado sus iniciativas en el continente en los últimos años. La narrativa rusa promueve una asociación que se presenta como una alternativa a las antiguas potencias coloniales, basándose en una retórica de soberanía, no injerencia y rechazo al “neocolonialismo”. Este enfoque resuena en ciertos países africanos, particularmente aquellos que enfrentan desafíos de seguridad o tensiones en sus relaciones con socios tradicionales.
Rusia propone una cooperación centrada en asistencia militar, capacitación de fuerzas de defensa, así como proyectos de inversión en sectores estratégicos como la energía, la minería y la agricultura.
Los recientes golpes de estado en Malí, Burkina Faso y Níger han acelerado esta dinámica, brindando a Moscú la oportunidad de consolidar su presencia en el Sahel, una región que se ha convertido en un punto clave en la competencia por la influencia internacional.
La próxima Cumbre Rusia-África tiene como objetivo profundizar y ampliar esta cooperación, tanto en el ámbito político como económico y de seguridad. A pesar de la continuación de la guerra en Ucrania y el relativo aislamiento diplomático de Moscú en la escena occidental, Rusia parece decidida a mantener, e incluso aumentar, su compromiso con África.
La reunión en El Cairo confirma que el continente africano sigue siendo un espacio estratégico fundamental, donde los equilibrios diplomáticos evolucionan rápidamente. Para los países africanos, el desafío radica en aprovechar estas nuevas alianzas preservando al mismo tiempo su autonomía estratégica en un entorno internacional cada vez más polarizado.
