Seguro que lo has visto: en el metro, en la fila del supermercado o en una cafetería, alguien desliza el dedo por el móvil sin apartar la mirada de la pantalla. Las redes sociales, y en especial TikTok e Instagram, han perfeccionado la manera de captar nuestra atención. Lo hacen con vídeos muy cortos, música pegadiza y una sucesión constante de estímulos que nos empujan a ver “solo uno más”, hasta quedar atrapados en un bucle interminable. El problema es que esta gratificación instantánea nos está pasando factura. Cada vez más personas sienten que su capacidad de concentración se ha reducido, y que cualquier tarea que dure más de unos segundos se vuelve difícil de sostener. Y no es solo una sensación: hay estudios que lo confirman.
Los vídeos cortos y su poder para captar nuestra atención
Plataformas como TikTok o Instagram han transformado la forma en que consumimos contenido digital. Sus vídeos son breves, dinámicos y parecen diseñados a medida para captar nuestra atención en segundos. El algoritmo aprende de nuestros gustos y hábitos, ofreciendo un flujo constante de clips que hace que la experiencia resulte adictiva.
Sin embargo, no todos interactuamos con este contenido de la misma manera.
- Algunas personas utilizan estas redes de forma activa: comentan, dan “me gusta” o pasan rápidamente de un vídeo a otro. Este tipo de interacción genera una sensación constante de participación y refuerza el impulso de regresar a la plataforma una y otra vez.
- Otros usuarios, en cambio, adoptan un uso pasivo, limitándose a observar lo que aparece en pantalla sin interactuar. Aunque pueda parecer más inocuo, este comportamiento también mantiene la atención atrapada en el flujo interminable de vídeos cortos.
Los vídeos cortos afectan a nuestra atención
Un estudio publicado en Neuropsychologia confirma que el consumo intensivo de vídeos cortos puede tener efectos negativos en nuestras capacidades cognitivas. Los investigadores analizaron a 319 participantes y distinguieron dos formas de uso: activo y pasivo.
Para evaluar el impacto en la atención, los investigadores utilizaron la Prueba de Red de Atención (Attention Network Test, ANT), una herramienta que mide tres componentes: la alerta, relacionada con la capacidad de reaccionar ante estímulos inesperados; la orientación, que permite dirigir la atención hacia una señal concreta; y el control ejecutivo, implicado en la resolución de conflictos entre estímulos que compiten.
Los hallazgos fueron consistentes: quienes usaban las plataformas de forma muy activa mostraron un peor rendimiento en la alerta, reaccionando más lentamente ante señales imprevistas. En cambio, no se observaron diferencias significativas en orientación ni en control ejecutivo.
En un segundo experimento, los autores analizaron la actividad cerebral en reposo. Descubrieron una mayor conectividad entre la corteza prefrontal ventral derecha (encargada de evaluar estímulos relevantes) y la corteza cingulada posterior derecha (un nodo clave de la red en modo por defecto). Esta conexión parece estar vinculada con la disminución de la capacidad de alerta observada.
Según los investigadores, estos resultados sugieren que el hábito de interactuar constantemente con vídeos cortos podría estar modificando, aunque de manera sutil, la forma en que el cerebro gestiona la atención, incluso cuando no estamos frente a la pantalla.
La salud emocional, comprometida
Un metaanálisis publicado en la revista de la American Psychological Association (APA) también confirma que el consumo intensivo de vídeos cortos afecta a nuestras funciones ejecutivas, como la atención y la capacidad de inhibir impulsos. Pero no solo eso: también se relaciona con un peor bienestar emocional, incrementando los niveles de estrés, ansiedad y síntomas depresivos.
El estudio, que analizó datos de 98.299 participantes en 71 investigaciones, muestra que estos efectos son consistentes tanto en jóvenes como en adultos. Aunque el impacto puede parecer moderado a nivel individual, se vuelve evidente cuando se observa a gran escala en la población.
Los motivos de empleo y el tipo de contenido consumido influyen en la magnitud del impacto:
Curiosamente, los investigadores no evidencian una asociación significativa con la autoestima ni con la imagen corporal, lo que podría deberse a la diversidad de contenidos y creadores presentes en estas plataformas.
Cómo dejar de ver vídeos cortos
Aprender a poner límites a los infinitos visionados de vídeos cortos es fundamental para recuperar el control sobre nuestro tiempo y nuestra salud mental. No se trata de renunciar a estos contenidos, sino de encontrar el equilibrio. Estos son algunos consejos:
👉 Establece límites de tiempo
Utiliza herramientas como Screen Time para establecer un límite diario de uso. Reducir el tiempo de forma progresiva —por ejemplo, 20 o 30 minutos menos cada día— suele ser más efectivo que cortar de golpe.
👉 Desactiva las notificaciones
Evita que el móvil “te invite” constantemente a entrar en la aplicación.
👉 Cuando aparezca la tentación, busca otra actividad
Si sientes el impulso de abrir TikTok o Instagram, prueba a hacer otras cosas: leer un artículo corto, escuchar un podcast o dar un paseo rápido.
👉 Descansa de las pantallas
Establece momentos a lo largo del día, como durante las comidas, antes de dormir o mientras te desplazas en transporte público.
👉 Elige contenido de mayor calidad
Si decides seguir viendo vídeos, escoge los que tengan formatos más largos y educativos, aquellos que fomenten la reflexión y el aprendizaje, en lugar del consumo automático.
