TOKIO — Al caminar por el tranquilo vecindario, uno comienza a preguntarse si se encuentra en el lugar correcto. El edificio no está identificado y la dirección se mantiene reservada a menos que se haya obtenido una reservación previa.
En el interior, un barista luce una impecable chaqueta negra y una amplia sonrisa, mientras que el sonido de pájaros alegra el ambiente. Una gigantesca esfera negra domina la sala, ofreciendo espacio para cuatro comensales. Durante los siguientes 90 minutos, los visitantes disfrutarán de un menú de café de seis tiempos con una extravagancia difícil de superar.
