“La gran mayoría de lo que hacemos se eliminaría si la gente mejorara su dieta”, afirma el cardiólogo Kim Allan Williams Sr.
El American College of Cardiology (ACC) ha manifestado su apoyo, a través de un nuevo documento conciso de orientación clínica, a la inclusión de etiquetas nutricionales en el frente de los envases de alimentos para ayudar a los consumidores a tomar decisiones más saludables para el corazón y, a su vez, reducir la carga de enfermedades crónicas como las enfermedades cardiovasculares (ECV).
La idea es que el etiquetado frontal de los alimentos proporcione información en un formato fácil de entender sobre el contenido de nutrientes específicos –como grasas saturadas, azúcares añadidos y sodio– que deberían limitarse. En algunos países que han adoptado este enfoque, las etiquetas utilizan un sistema gráfico de “semáforo” con tres o cinco colores para simplificar la interpretación.
Los autores del documento del ACC, publicado la semana pasada en JACC, señalan que el objetivo es destacar un número selecto de nutrientes críticos, típicamente de tres a cinco, en la parte frontal de los envases, basándose en la evidencia que indica que los diseños más simples son más impactantes. Estas etiquetas complementarían, y no reemplazarían, la información nutricional más detallada que se encuentra en otras partes de los envases.
En enero, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA) propuso agregar información nutricional en el frente de los envases de alimentos, reflejando los porcentajes de grasas saturadas, sodio y azúcares añadidos, aunque la norma aún no se ha finalizado tras un período de comentarios públicos que finalizó el 15 de julio.
Estos tres nutrientes crean una “cantidad epidémica de enfermedad coronaria e insuficiencia cardíaca, y enfermedades cardiovasculares en general, en este país”, declaró Kim Allan Williams Sr., MD (Universidad de Louisville, KY), presidente del comité de redacción de la nueva guía del ACC y expresidente del colegio. “La gran mayoría de lo que hacemos se eliminaría si la gente mejorara su dieta”.
Una dieta deficiente se ha relacionado con diversas enfermedades crónicas, con una carga desproporcionada que recae sobre las personas de grupos raciales/étnicos minoritarios y aquellos con bajo nivel socioeconómico.
Por otro lado, un patrón dietético saludable bajo en grasas saturadas, colesterol, sodio, azúcares añadidos y alimentos ultraprocesados se ha asociado con un menor riesgo de obesidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer. Tanto la morbilidad como la mortalidad son más bajas cuando las personas consumen dietas ricas en cereales integrales, frutas, verduras, legumbres, frutos secos, semillas, fibra y grasas insaturadas.
¿Una herramienta para el cambio?
El etiquetado frontal de los alimentos es una herramienta propuesta para ayudar a los consumidores a tomar decisiones más saludables, con un creciente cuerpo de evidencia de 44 países que han adoptado la estrategia que indica que mejora la conciencia del consumidor, aumenta los patrones de compra más saludables y, en algunos casos, hace que los fabricantes reformulen sus productos para mejorar el contenido nutricional.
La nueva guía clínica concisa del ACC describe la justificación para apoyar la iniciativa de etiquetado frontal de los alimentos liderada por la FDA, basándose en lo que se sabe sobre la relación entre los diversos patrones dietéticos y la salud cardiovascular; revisa la evidencia de eficacia de partes del mundo donde se han introducido tales etiquetas; y proporciona detalles sobre los diversos tipos de etiquetas y consideraciones para la implementación con el fin de mejorar la salud cardiovascular.
Un problema fundamental es que “tenemos bajos niveles de comprensión de lo que es una alimentación saludable”, dijo Williams. Con este documento, los lectores “pueden comprender todo lo que es saludable y lo que no lo es, y tomar decisiones para sí mismos, sus familias, sus comunidades, sus iglesias y su país”.
“Tenemos bajos niveles de comprensión de lo que es una alimentación saludable”. Kim Allan Williams Sr.
No se trata solo de saber qué nutrientes evitar, sino también de saber cuáles deben consumirse en mayor cantidad, señaló Williams. Las dietas basadas en plantas, ricas en fibra y con fuentes de grasas insaturadas, como frijoles, cereales, nueces, semillas, frutas, verduras y hongos, han demostrado reducir los riesgos de enfermedad, dijo. “Y eso es algo en lo que deberíamos estar involucrados como cardiólogos y profesionales de la salud para que todos lo entiendan”.
Con este fin, el documento proporciona información que los clínicos pueden utilizar para mantener conversaciones con sus pacientes sobre una alimentación saludable, y sus autores señalan que la formación formal en nutrición es limitada. Una lista de verificación en el documento incluye elementos como fomentar una dieta basada en plantas, como se recomienda en las guías de prevención primaria de 2019 del ACC y la American Heart Association; educar a los pacientes sobre cómo leer la información nutricional tanto en la parte frontal como en la parte posterior de los envases de alimentos; y hacer recomendaciones dietéticas específicas sobre cómo obtener suficiente fibra, limitar el sodio y evitar las carnes procesadas y las bebidas azucaradas.
“A medida que la FDA avanza hacia la implementación, la participación de los clínicos es esencial”, escriben los autores. “Esta guía clínica concisa apoya el etiquetado frontal de los alimentos basado en la evidencia como un catalizador para mejorar la calidad de la dieta, reducir el riesgo de ECV y promover la equidad en la salud pública”.
