Desde la antigüedad, la pérdida de cabello ha sido una preocupación constante para la humanidad. Como escribió Shakespeare, “el tiempo roba el cabello, pero deja la sabiduría”, sin embargo, la impotencia que se siente ante la alopecia persiste a lo largo de las épocas.
El primer caso documentado de alopecia se remonta al faraón egipcio Merneptah, del siglo XII a.C. Incluso un gobernante absoluto con poder y riqueza no pudo preservar su cabellera. Los textos antiguos revelan que, en ese entonces, la pérdida de cabello ya era considerada una ‘enfermedad’ común. El papiro Ebers, un texto médico egipcio escrito alrededor del año 1550 a.C., incluye tratamientos para la alopecia, como mezclas de grasa de hipopótamo, cocodrilo, gacela y cabra montés para aplicar en el cuero cabelludo, e incluso la recomendación de quemar pelos de erizo y espolvorearlos sobre la cabeza.
Hipócrates, considerado el padre de la medicina, también mostró gran interés en la alopecia. Sugirió mezclas de opio, rábano picante y raíz de remolacha para estimular el crecimiento del cabello, aunque su eficacia era incierta. Julio César, el héroe romano, también fue un reconocido alopécico. Se dice que usaba una corona de laurel para ocultar su pérdida de cabello, y su amante, Cleopatra, le aplicaba un ungüento hecho con dientes de ratón y caballo, y grasa de oso. Incluso llegó a capturar a prisioneros con abundante cabello para preguntarles sobre sus tratamientos, sin obtener resultados.
La alopecia también se menciona frecuentemente en mitos y religiones. En el Antiguo Testamento, la calvicie se describe como una maldición, y en algunas culturas islámicas, el cabello se considera una bendición divina, por lo que la pérdida de cabello se veía como un signo de impiedad. Algunas sectas incluso practicaban la castración al inicio de la alopecia. En la Europa medieval, se utilizaban remedios populares como aplicar estiércol de pato o cenizas de cuervo.
Ni siquiera la realeza y la nobleza eran inmunes a la alopecia. Luis XIII de Francia usó pelucas durante toda su vida para ocultar su pérdida de cabello, e incluso se estableció una norma en la corte que obligaba a usar pelucas. En la década de 1930, en Estados Unidos, se vendió una máquina que supuestamente “hacía circular la sangre en el cuero cabelludo para estimular el crecimiento del cabello”, pero pronto desapareció.
La causa de la alopecia no se comprendió científicamente hasta hace menos de 100 años. El papel de la hormona masculina ‘testosterona’ y su derivado ‘DHT’ (dihidrotestosterona), conocidos como los principales culpables de la alopecia, se descubrió a mediados del siglo XX. En 1942, el anatomista estadounidense James Hamilton observó que los hombres castrados antes de la pubertad no desarrollaban alopecia masculina. Posteriormente, se descubrió en la década de 1960 que la testosterona se convierte en DHT al encontrarse con la enzima 5-alfa reductasa, y que esta DHT se une a los receptores de los folículos pilosos, inhibiendo el crecimiento del cabello.
Actualmente, la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU.) ha aprobado dos medicamentos para el tratamiento de la alopecia. El minoxidil, que apareció en 1988, se desarrolló originalmente como un tratamiento para la hipertensión, pero se convirtió en un tratamiento para la alopecia debido al efecto secundario de “engrosar el vello corporal”. El minoxidil se desarrolló como un ‘medicamento tópico’ y ayuda a alargar la fase de crecimiento de los folículos pilosos, haciendo que el cabello crezca más grueso y largo. Sin embargo, su eficacia es limitada en las etapas avanzadas de la alopecia, cuando los folículos pilosos se han atrofiado.
El otro medicamento es la finasterida, que apareció en la década de 1990, y se desarrolló inicialmente para tratar la hiperplasia prostática benigna. Sin embargo, durante los ensayos clínicos, se observó que el cabello de los pacientes se volvía más grueso y aumentaba su volumen, lo que llevó a su desarrollo como tratamiento para la alopecia. La finasterida actúa inhibiendo la 5-alfa reductasa, evitando que la testosterona se convierta en DHT. No crea cabello nuevo, pero reduce la exposición de los folículos pilosos existentes a la DHT, deteniendo o ralentizando la progresión de la alopecia. En 1997, la finasterida fue aprobada por la FDA como tratamiento oral para la alopecia masculina bajo el nombre de ‘Propecia’.
En la década de 2000, apareció la ‘dutasterida’ (nombre comercial Avodart), que tiene un efecto inhibidor aún más potente. Se sabe que la dutasterida es más eficaz para inhibir la alopecia que la finasterida, ya que inhibe tanto la enzima 5-alfa reductasa tipo 1 como tipo 2, que producen DHT. Se lanzó primero como tratamiento para la hiperplasia prostática benigna, y aunque no fue aprobada por la FDA, se ha autorizado para la indicación de la alopecia en varios países, ampliando el mercado. En Corea, la dutasterida comenzó a recetarse a mediados de la década de 2010, ampliando las opciones para los pacientes con alopecia.
Sin embargo, la alopecia no está determinada únicamente por los niveles de hormonas masculinas, sino que los genes de la alopecia desempeñan un papel decisivo. En particular, los folículos pilosos se determinan durante la etapa fetal y no se crean nuevos folículos después. Hay un promedio de 100,000 folículos pilosos en el cuero cabelludo, y debido a la ‘vida útil limitada’ de los folículos pilosos, la cura definitiva para la alopecia sigue siendo un territorio inexplorado para la humanidad.
Con la aparición de fármacos, la humanidad parece haber encontrado esperanza para escapar del ciclo de la alopecia que ha sufrido durante miles de años. Sin embargo, todavía no es eficaz para todos, y la eficacia de estos dos fármacos varía considerablemente según la etapa de la alopecia, los factores genéticos y el estado de los folículos pilosos. La razón fundamental de la alopecia es la disminución de los folículos pilosos, y la tecnología para revertir este proceso, es decir, una cura completa, aún no se ha desarrollado. La alopecia sigue siendo una ‘enfermedad moderna’ que afecta a cientos de millones de personas en todo el mundo.
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