Durante más de 80 años, se ha dicho a los hombres que la testosterona contribuye al crecimiento del cáncer de próstata. Sin embargo, en las últimas dos décadas, ha surgido una imagen muy diferente.
La próstata es una glándula pequeña que se encuentra justo debajo de la vejiga. Su función es producir el líquido que ayuda a transportar el esperma, y depende en gran medida de la testosterona para hacerlo. De hecho, la próstata es una de las partes del cuerpo más afectadas por la testosterona.
Todas las células de la próstata, tanto sanas como cancerosas, contienen receptores de andrógenos. Estos son los interruptores moleculares que inician la acción de la testosterona dentro de las células. Cuando la testosterona se une a estos receptores, ayuda a que la próstata crezca y funcione normalmente.
Este estrecho control hormonal es importante, pero también sienta las bases para una de las suposiciones más arraigadas en la salud masculina: dado que la testosterona estimula el crecimiento normal de la próstata, también debe estimular el crecimiento del cáncer.
Esta creencia se basó en gran medida en la investigación galardonada con el Premio Nobel de Charles Huggins en la década de 1940. Él descubrió que el cáncer de próstata se reducía cuando los niveles de testosterona se disminuían y se aceleraba cuando se añadía testosterona, mediante inyecciones.
La disminución de los niveles de testosterona, conocida como terapia de privación de andrógenos, se convirtió en el tratamiento estándar para el cáncer de próstata avanzado. Todavía lo es. Eliminar la testosterona a menudo reduce los tumores, ralentiza la progresión de la enfermedad y mejora la supervivencia.
Esta creencia se arraigó profundamente en la práctica médica, dando forma a décadas de cautela en torno a la terapia de reemplazo de testosterona para el hipogonadismo (deficiencia de testosterona) debido al temor de que pudiera desencadenar o impulsar el cáncer de próstata.
Cambiando la narrativa
A principios de la década de 1990, el urólogo de Harvard y pionero de la testosterona Abraham Morgentaler comenzó a cuestionar esta visión. Señaló que algunas de las primeras investigaciones se basaron en gran medida en la respuesta de un solo paciente.
En su clínica, observó que los hombres con niveles muy bajos de testosterona aún desarrollaban cáncer de próstata que a menudo era más agresivo, mientras que los hombres que recibían terapia de testosterona no mostraban el aumento esperado en las tasas de cáncer.
Esto llevó a la propuesta del “modelo de saturación”, que sugiere que el tejido prostático es sensible a la testosterona solo en niveles muy bajos. Una vez que los receptores de andrógenos están saturados, la testosterona adicional tiene poco efecto adicional.
Al mismo tiempo, se demostró que los niveles crónicamente bajos de testosterona estaban asociados con un cáncer de próstata más agresivo, lo que desafía aún más la idea de que los niveles bajos de testosterona son inherentemente protectores.
Los estudios médicos recientes ahora muestran que el tratamiento con testosterona es seguro. En múltiples estudios de alta calidad , la terapia con testosterona en hombres con niveles bajos de testosterona no aumenta el riesgo de cáncer de próstata en comparación con los hombres que no recibieron el tratamiento. Nueva investigación a largo plazo incluso sugiere que los hombres cuyos niveles de testosterona se restauran adecuadamente y son monitoreados por médicos pueden tener tasas de cáncer aún más bajas.
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Pero, ¿qué pasa con los hombres que ya tienen cáncer de próstata? Aquí es donde la discusión a menudo se vuelve confusa. Para los hombres con cáncer de próstata activo, particularmente en etapas tempranas, la disminución de la testosterona sigue siendo un tratamiento eficaz. Entonces, ¿cómo puede existir esta paradoja con evidencia de que los niveles normales de testosterona no son perjudiciales?
La respuesta radica en cómo las células de la próstata reaccionan a diferentes cantidades de testosterona. Cuando los niveles de testosterona son muy bajos, las células cancerosas pueden adaptarse encontrando nuevas formas de crecer y sobrevivir. Se vuelven hipersensibles a cualquier señal de testosterona que puedan detectar.
Esta es la razón por la que muchos hombres eventualmente desarrollan cáncer de próstata resistente a la castración, donde la enfermedad progresa y puede volverse más agresiva a pesar de niveles de testosterona cercanos a cero. Niveles más altos de testosterona pueden empujar a estas células cancerosas a un estado de crecimiento más estable y lento e, en algunas situaciones, incluso desestabilizarlas, promoviendo la muerte celular.
Un sorprendente cambio
Este descubrimiento ha llevado a un sorprendente cambio en el tratamiento. En pacientes cuidadosamente seleccionados que son monitoreados de cerca por los médicos, ahora se está volviendo a administrar testosterona después del tratamiento del cáncer de próstata sin aumentar el riesgo de que el cáncer regrese.
Aún más sorprendentemente, los médicos están probando un nuevo enfoque en ciertos hombres con cáncer de próstata llamado terapia de andrógenos bipolar, que cambia los niveles de testosterona entre muy bajos y muy altos. La idea es usar la testosterona misma como un arma para confundir y matar las células cancerosas que han aprendido a sobrevivir sin ella.
Esta es una de las inversiones más sorprendentes en el tratamiento moderno del cáncer. La testosterona ha pasado de ser un presunto villano temido por provocar cáncer de próstata a una hormona cuyos efectos son más complejos de lo que se creía y, posiblemente, un aliado en la lucha contra el cáncer de próstata.
Esta evolución finalmente está llegando a la práctica médica y a la regulación de fármacos. El 10 de diciembre, justo un mes después de que la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA) anunciara la eliminación de las advertencias de caja negra de los productos de estrógeno, la FDA organizó un panel de expertos para considerar si las advertencias de larga data sobre el uso de testosterona son igualmente obsoletas. Gran parte de estas discusiones se centra en la seguridad de la próstata y refleja hasta dónde ha cambiado la evidencia.
Esto no significa que la terapia de reemplazo de testosterona, para los hombres con niveles bajos de testosterona, esté completamente libre de riesgos. Los hombres que comiencen el tratamiento aún deben someterse a controles médicos adecuados, que se controle su próstata regularmente y tomar decisiones después de hablarlo con su médico.
Pero la ciencia ha cambiado. La antigua creencia de que la terapia con testosterona aumenta el cáncer de próstata o lo empeora ya no está respaldada por la investigación moderna.
Para los hombres que genuinamente tienen niveles bajos de testosterona, este cambio es importante. Puede eliminar obstáculos innecesarios para recibir atención y brindarles más opciones de tratamiento seguras y respaldadas por la ciencia, lo que ayuda a mejorar la salud de los hombres en general.
