El presidente estadounidense Donald Trump ha dado un giro radical a su retórica, adoptando un nuevo lema: “Make America Small Again” (Hagamos a América Pequeña de Nuevo). Sin embargo, esta consigna se aplica exclusivamente al sector automotriz.
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Trump chce, aby po uliciach amerických miest začali jazdiť mikroautá.
En diciembre, el presidente Trump propuso una idea que, hasta hace poco, sonaba más a broma que a política oficial: impulsar la fabricación en Estados Unidos de automóviles urbanos muy pequeños y económicos, similares a los “kei cars” japoneses. Estos vehículos, de hasta 3,4 metros de longitud en Japón, tienen una velocidad limitada y están diseñados principalmente para las congestionadas calles de las grandes ciudades. Operan bajo regulaciones especiales que les eximen de cumplir con todos los límites de seguridad de los automóviles convencionales. Con esta iniciativa, Trump reconoce implícitamente que, incluso en un país “obsesionado” con las camionetas pickup y los SUV, existe un segmento importante de la población para el cual el precio más bajo y la movilidad sencilla son prioritarios, por encima del tamaño, la potencia y el prestigio.
El mensaje político es claro: el presidente busca demostrar su capacidad para “desbloquear” el mercado y aumentar la asequibilidad de los automóviles nuevos. Según información publicada, ha encargado al Secretario de Transporte, Sean Duffy, que inicie de inmediato la búsqueda de vías para eliminar las barreras regulatorias que actualmente impiden la venta de microcoches como vehículos nuevos estándar en Estados Unidos. Al mismo tiempo, endurece su retórica contra lo que califica de presión burocrática sobre la electrificación, y su visión de “automóviles pequeños para América” se vincula directamente con un cambio más amplio en la política automotriz, donde la ecología no será la única prioridad.
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Un pilar clave de este cambio de rumbo es la propuesta de relajar significativamente los estándares federales de consumo de combustible CAFE para flotas. Mientras que la configuración inicial apuntaba a un consumo promedio de aproximadamente 4,7 litros por cada 100 kilómetros, la nueva propuesta eleva el objetivo a unos 6,8 litros por cada 100 kilómetros para el año 2031. La actual administración estadounidense argumenta que los límites más estrictos aumentaron los costos de producción, complicaron el diseño de los automóviles e impulsaron indirectamente a los fabricantes hacia tecnologías más costosas. Según sus cálculos, los consumidores fueron los más afectados, ya que los automóviles se encarecieron y se volvieron inaccesibles para una parte de la población. El mismo paquete incluye un intento de limitar los mecanismos que, según el presidente, distorsionan el mercado en favor de los automóviles eléctricos, como el sistema de créditos que permite a los fabricantes con modelos menos eficientes “comprar” créditos de emisiones a empresas con una cartera más eficiente.
La idea de los “kei cars”, sin embargo, se enfrenta a una dura realidad, tanto en sentido figurado como literal. Las normas de seguridad estadounidenses están diseñadas para vehículos considerablemente más grandes y pesados. Los microcoches, diseñados para velocidades más bajas y uso urbano, sufrirían graves consecuencias en una colisión con una camioneta pickup o un SUV de gran tamaño. Si los “kei cars” tuvieran que circular en Estados Unidos sin reducir los requisitos de seguridad, los automóviles tendrían que someterse a costosas modificaciones, como una carrocería más resistente, zonas de deformación más grandes, refuerzos más robustos y más airbags. Como resultado, los microcoches no solo serían más caros, sino también más pesados y tendrían un mayor consumo de combustible, lo que anularía su principal ventaja: la eficiencia y la conveniencia de un microcoche urbano.
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Trump también está impulsando otra dimensión: microcoches sí, pero solo “Made in USA”, lo que representa un cambio en el conocido eslogan de campaña a “Make America Small Again”, al menos en la industria automotriz. Sin embargo, la pregunta es qué fabricante estadounidense importante estaría dispuesto a invertir miles de millones en un segmento completamente nuevo que prácticamente no existe en Estados Unidos y para el cual no se ha creado demanda ni infraestructura de producción en años. Los estadounidenses se han acostumbrado a los automóviles grandes, y si alguien quiere uno más pequeño, es más probable que recurra a modelos importados probados. Desde esta perspectiva, la orden del presidente puede parecer más un gesto político, una declaración de intenciones para fortalecer la industria nacional, que un plan de producción inmediatamente viable.
Las primeras reacciones del mercado, sin embargo, sugieren que la propuesta podría no quedarse en un mero eslogan. Por ejemplo, Fiat ya ha indicado públicamente su intención de lanzar el modelo Topolino en Estados Unidos, lo que podría ser una prueba para determinar si existe un espacio real para los microcoches en Estados Unidos. Muchos, sin embargo, dudan de ello.
