Aunque ampliamente conocido por su impacto en los pulmones, cada vez hay más evidencia que sugiere que el COVID-19 también puede causar cambios duraderos en el cerebro, incluso en personas que se han recuperado por completo. Estos hallazgos apuntan a posibles consecuencias neurológicas a largo plazo que se extienden más allá de la fase aguda de la enfermedad.
Un estudio reciente, llevado a cabo por investigadores del Centro Nacional de Neuroinmunología y Enfermedades Emergentes (NCNED) de la Griffith University, utilizó técnicas avanzadas de resonancia magnética (RM) para examinar la salud cerebral de individuos que habían sido infectados previamente con COVID-19. Los resultados se compararon con los de personas que nunca habían contraído el virus.
Los resultados revelaron indicios claros de que una infección previa por COVID-19 puede dejar cambios detectables en el cerebro, incluso cuando los individuos no reportan síntomas persistentes. Esto sugiere que los efectos del virus podrían permanecer de forma silenciosa después de la recuperación.
