Jon Callaghan, cofundador de True Ventures, no cree que utilicemos los teléfonos inteligentes de la misma manera que lo hacemos ahora en cinco años, e incluso podría que no los usemos en absoluto dentro de diez.
Para un capitalista de riesgo cuya firma ha tenido grandes éxitos en sus dos décadas de existencia – desde marcas de consumo como Fitbit, Ring y Peloton, hasta empresas de software empresarial como HashiCorp y Duo Security – esto es más que una simple especulación teórica; es una tesis en la que True Ventures está apostando activamente.
True no ha llegado tan lejos siguiendo a la multitud. La firma con sede en el Área de la Bahía ha operado en gran medida bajo el radar a pesar de gestionar alrededor de 6 mil millones de dólares a través de 12 fondos semilla principales y cuatro fondos “select”, de tipo oportunidad, que ha utilizado para inyectar más capital en las empresas de su cartera que están ganando impulso. Mientras que otros capitalistas de riesgo se han vuelto más promocionales, construyendo marcas personales en las redes sociales y podcasts para atraer a fundadores y flujo de acuerdos, True ha ido en la dirección opuesta, cultivando silenciosamente una estrecha red de fundadores recurrentes. La estrategia parece estar funcionando: según Callaghan, la firma cuenta con 63 salidas con ganancias y siete ofertas públicas iniciales (OPI) en una cartera de unas 300 empresas acumuladas a lo largo de sus 20 años de historia.
Callaghan afirma que tres de las cuatro salidas recientes de True en el cuarto trimestre de 2025 involucraron a fundadores recurrentes que regresaron para trabajar con la firma después de éxitos anteriores. Sin embargo, es la visión de Callaghan sobre el futuro de la interacción humano-computadora lo que realmente destaca en un mar de exageración en torno a la IA y rondas de financiación masivas.
“No vamos a estar usando iPhones en 10 años”, dice Callaghan rotundamente. “De hecho, no creo que los estemos usando en cinco años, o digamos algo diferente que sea un poco más seguro, los vamos a estar usando de maneras muy diferentes”.
Su argumento es simple: nuestros teléfonos son pésimos como interfaz entre humanos e inteligencia. “La forma en que los sacamos ahora para enviar un mensaje de texto para confirmar algo o enviarte un mensaje o escribir un correo electrónico, es súper ineficiente y no es una buena interfaz”, explica. “Son propensos a errores y a interrumpir nuestra vida normal”.
Tan seguro está de esto que True ha estado explorando durante años interfaces alternativas, tanto basadas en software como en hardware, y todo lo que hay entre ellas. Es el mismo instinto que llevó a True a apostar temprano por Fitbit antes de que los dispositivos portátiles fueran obvios, a invertir en Peloton después de que cientos de otros capitalistas de riesgo dijeran “no, gracias”, y a respaldar a Ring cuando su fundador, Jamie Siminoff, se quedaba sin dinero e incluso los jueces de “Shark Tank” lo rechazaron. Cada vez, la apuesta parecía cuestionable, dice Callaghan. Cada vez, la apuesta fue por una nueva forma de que los humanos interactúen con la tecnología que se sintiera más natural que lo anterior.
