COMENTARIO Lelia Munteanu: Física para poetas

Confundo ibi (“allí”) con coartada (“en otro lugar”). No distingo entre masa y peso. No llegué al número dos porque no pude pasar el Uno de Plotino (“libre de la propia libertad”). Obvio.

Ya no soporto la democracia clientelista en Rumania (“os la dimos y os la daremos otra vez”).

Estoy buscando un agujero negro donde esconderme de mis idiosincrasias. Pero entiendo que ni siquiera te acercas demasiado al horizonte de sucesos de una estrella oscura, corres el riesgo de encontrarte contigo mismo. No imaginéis el horizonte de acontecimientos como en la Tierra, donde hasta el ojo de la cerradura es bueno para vosotros. El horizonte de acontecimientos es “la superficie imaginaria, la frontera donde comienza el fenómeno cósmico (…), donde las trayectorias de la luz apenas logran escapar del agujero negro”. Esto lo aprendí de la venerable señora Kitty Gail Ferguson quien, antes de ocuparse de galaxias y constelaciones, terminó el conservatorio (y no cualquiera, sino Juilliard). La condición mínima es poder tratar con las estrellas.

Por lo tanto, no hay posibilidad de escapar de mí mismo. Y ni siquiera sería tan malo, siempre que descubra lo que me preocupa desde hace mucho tiempo: ¿por qué no he cumplido mi único sueño? Inscribirse en el curso del fallecido gran profesor John Archibald Wheeler, Física para poetas.

La pregunta es: si después de tantos años volviera a encontrarme conmigo mismo, ¿me reconocería?